Todo el proceso de la vida es poco a poco sin prisa tejiendo
esta tranquilidad y paz por todas partes. Cuando nace el sol parece que
nada se mueve y nada se hace pero en la creación nada se queda por hacer. Todo
es perfecto y todo encaja cuando confiamos plenamente en nuestra Divinidad.
Extracto “Crónicas de Avalon” de
Emilio Carrillo
Lo que me advertía la Reina de las Tempestades no
distaba demasiado de algunos temores e inclinaciones que ya habían brotado en
mí, por lo que dejé que continuara con un leve gesto de asentimiento:
-Es algo que debes evitar, pues la vida no es el ayer,
por intenso que haya sido, por atractivo o enigmático que te parezca, sino el
ahora. Todo lo que has sido, está en ti y lo eres ahora, no tienes porque mirar
hacia atrás. Es crucial que lo tengas muy en cuenta. Y para apoyarte en ello,
lo que te pido es que nos acompañes al encuentro que próximamente mantendré con
un nutrido grupo de hadas jóvenes en el que procuraré ilustrarlas acerca de la
importancia de vivir el presente y no caer en las falacias derivadas de esas
ilusiones mentales que llamamos pasado y futuro. No quiero obligarte, ven con
nosotras sólo si te apetece, pero de verdad considero que te vendría muy bien-.
-¡Y tanto! No en balde, el hemisferio derecho piensa
en imágenes. La información le llega en forma de flujos de energía de manera
simultánea desde todos nuestros sistemas sensoriales, hasta conformar el cuadro
completo de la apariencia del momento presente: cómo se ve, a qué huele, a qué
sabe, qué se siente y cómo suena el presente. Permite que nos contemplemos como
seres de energía, conectados a la de nuestro entorno y a la familia humana y al
planeta, que estamos aquí para hacer del mundo un lugar mejor. Y, con esta
percepción, nos vemos perfectos y hermosos-.
-Bien, bien,…-, la Reina de las Tempestades apuró su zumo. –Y
recuerda que a los hemisferios izquierdo y derecho se le suma la glándula
pineal, que según Descartes conecta el cuerpo con el alma. Está situada entre
los tubérculos craneales y con sus 5 milímetros es una espléndida antena de
radiofrecuencia. Y vía ganglio cervical, se une a la retina, con lo que
convierte la información lumínica en secreción hormonal. La conjugación de estas
funciones la convierten en el célebre “Tercer Ojo” del que nos hablan tantas
tradiciones. Todo lo cual conduce de nuevo la conclusión fundamental que tú
antes señalaste: la mente no sólo está al servicio de nuestra dimensión física,
sino también de la energética y espiritual. En el encuentro con las hadas
explicaré hasta que punto esto es así-.
-El potencial operativo de la
mente es colosal, inmenso. Tanto que, como si de un ordenador de última
generación se tratara, su rendimiento no depende estrictamente de ella, sino de
la cualificación del usuario. Y si en los ordenadores tal cualificación viene
definida por los conocimientos y pericia del operador, en el caso de la mente
está en función del grado de consciencia de la persona. Por lo que cabe afirmar
que la mente está al servicio de la consciencia.
La manifestación de la Consciencia es el “Ser
Consciente” que se atribuye a Buda, o el “Yo Soy el que Soy” con el que Jehová
responde a Moisés en el pasaje bíblico del Libro del Éxodo. En el plano de los
seres humanos, está relacionada con la honda interiorización de lo que somos:
una unidad energética y vibracional, integrada a su vez en la Unidad de cuanto existe, en
la que confluyen de manera armoniosa y equilibrada una dimensión interior y
espiritual (alma y espíritu) y otra exterior y material (cuerpo). La
consciencia hace factible tal confluencia y plasma la adecuada conexión entre
esas dos dimensiones.
Con esta base, cuando el nivel
consciencial es bajo, la conexión falla: la persona está desconectada de su Ser
profundo y carece de una dirección consciente. Ante esta ausencia del Yo
interior en el timón, la mente activa una especie de piloto automático, valga
el símil, que suple tal déficit. Se trata del ego, que desarrolla un yo y una
personalidad ante las necesidades de conservación y actuación en el mundo
tridimensional. Frente al Yo interior, creación divina y de esencia divinal, es
un yo no sólo pequeño, sino también falso, en el sentido de que es una creación
de la mente, un objeto mental. Pero no es menos cierto que resulta
imprescindible para la supervivencia y actividad del ser humano ante la
ausencia de un mando consciente.
En cambio, cuando la persona
disfruta de consciencia, la conexión entre sus componentes trascendente y
material está operativa; y el Yo Verdadero asume la dirección. El piloto
automático, el ego, no es preciso, por lo que la mente lo mantiene desactivado.
Además, en vez de usar y canalizar su energía y capacidad para el
funcionamiento y desarrollo del ego, las pone al servicio del Yo profundo-.
La mente, pues, está libre de
“culpa” y somos nosotros los que debemos mirar hacia nuestro interior y elevar
el grado de consciencia. Para lograrlo, un buen procedimiento consiste en poner
en evidencia las ficciones mentales en las que las personas se introducen
cuando el ego asume el mando y, a partir de ello, escudriñar en nuestra dimensión
profunda.
Bajo el control del piloto
automático, la vida cotidiana de muchísimos seres humanos discurre sumida en
una serie de mentiras que afectan sensiblemente a su sentido del yo, a la consciencia
acerca de sí mismos y a la percepción sobre cuestiones tan primigenias como lo
que significa pensar o lo que es vivir el presente. Entre tales mentiras,
sobresalen la media docena que se enunciarán de manera sintética a
continuación. En ellas habéis creído hasta ahora. Y en ellas viven encarceladas
la mayoría de las personas. Elaine, Nimue e Igraine serán
las encargadas de contárnoslas.
-Solemos creer que es natural
tener una voz en la cabeza que habla sin parar. Pero esto no es verdad; es la
primera de las mentiras.
Cuando el ego está al mando,
basta con que se reflexione o medite un momento para constatar que los
pensamientos acuden a la mente sin previo aviso, de manera espontánea y sin
autorización por nuestra parte, sin que intervenga nuestra voluntad. Parecen
obedecer al dictado de algo o alguien ajeno a nosotros mismos, como si
estuviéramos poseídos por una entidad extraña con sus propios deseos y
prioridades.
Nos cuesta un trabajo tremendo
cortar este flujo permanente y descontrolado de pensamientos. También resulta
difícil concentrarse en uno concreto, pues enseguida otros pugnan por entrar en
escena. Y su autonomía llega al extremo de que ni siquiera podemos evitar
aquéllos que nos desagradan; por más que nos fastidien, vuelven a aparecer
cuando les viene en gana. Es más, los pensamientos han logrado tal poder que
aceptamos su dominio como lo más normal del mundo. Cada uno de nosotros y la civilización y
cultura vigentes, la visión imperante, estima lógico que no podamos poner coto
a su ritmo incesante, centrarnos en uno específico o liberarnos de los que nos
disgustan.
Pero es una gran mentira: no es
un hecho consustancial tener en el interior de la cabeza una especie de voz que
habla sin parar y con autonomía y criterio propios. Esto se produce cuando el
referido piloto automático está encendido. Si elevamos nuestro grado de
consciencia, el piloto se desactiva y el Yo verdadero toma la dirección,
teniendo capacidad sobrada para controlar la mente, ya sea para acallarla o
para concentrarla en un tema o asunto concreto, sin interferencias o
injerencias de pensamientos no invitados. Cuando aumentamos el nivel
consciencial, los pensamientos están a nuestro servicio y no nosotros al
servicio de ellos-.
Tenemos un Yo profundo
absolutamente ajeno a ese ego y a los pensamientos; y para el que éstos no son
sino instrumentos para la acción en el mundo en el que vivimos-.
No necesitamos pensar en que
existimos y somos. Se trata, sencillamente, de tomar consciencia de ser, de
existir. La mente está a nuestro servicio, no al revés; la mente está al
servicio del ser, no a la inversa. Y ser conlleva atributos y potestades que
pierden su esencia -se desnaturalizan- si son mentalmente tratados. Ser,
existir, no precisa de racionalización alguna. Cuando intentamos situarlo al
nivel del entendimiento lo convertimos mentalmente en “algo”, lo empaquetamos
en un objeto mental; y desvirtuamos de modo lamentable su esencia y entidad. Si
lo nombramos, clasificamos y etiquetamos, ya no es real, sino una
interpretación mental que nada tiene que ver con lo real-.
Una quietud que está presente,
igualmente, en el movimiento, en la acción. Para el Yo verdadero, la quietud es
movimiento y el movimiento es quietud.
El pequeño yo se nutre de tiempo
y desea tiempo para llegar a donde sea, incluso a Dios. Demasiados buscadores
espirituales responden inconscientemente al mismo patrón y, en lugar de coger
por los cuernos el toro del momento presente y vivir y ser de verdad en él,
transitan por un laberinto de lecturas, escuelas, prácticas meditativas y
experiencias esperando conseguir la iluminación en un futuro próximo.
Pero la consciencia del Yo soy y
no oponerse a la vida no precisa de tiempo, pues sólo requiere el ahora.
Tampoco de libros, ni conocimientos, ni estados meditativos. Nada de eso. Todo
es simple e inmediato: Ser y existir, en paz con la vida; dejar de enjuiciar y
etiquetar; aceptar lo que es; permanecer continuamente alineado con la forma
del momento presente, un momento que es siempre el mismo, el ahora, aunque
adopte formas diferentes. Desaparecen los pensamientos que antes surgían
involuntariamente para juzgar y etiquetar cuanto nos rodeaba y ocurría,
incluido a nosotros mismos. Fluye sin obstáculos la dimensión profunda de
nuestro ser, abriéndose el espacio interior que permite al momento presente,
incluida su forma y contenidos, ser lo que es. Siento íntimamente, no sólo
mentalmente, el sí al ahora. Y percibo, lo que no tiene forma, el verdadero Yo,
el atemporal, el que nada tiene que ver con la pequeña historia personal del
falso yo cuando funcionábamos bajo la batuta del ego-.
-Al verdadero Yo lo siento como
presencia. Es la consciencia pura de Ser, un estado que es alerta y, a su vez,
espacio-, aseveró solemnemente mientras el ruido de las risas se disipaba.
-Muchas personas, tras años de prácticas meditativas, no captan tal presencia
porque buscan un objeto mental. Pero no es esto ni se le parece. Es
“consciencia”: “alerta” y “espacio”. Nos percatamos de que somos el espacio
para todo lo que sucede, para cada situación, sea de gozo o de dolor; constatamos
que somos el espacio para el mundo exterior y traemos a él nuestra dimensión
profunda.
La práctica del ahora, tan
directa y sencilla, nos ayuda a elevar el grado de consciencia mucho más que
cien libros o técnicas de meditación. Cuando el nivel consciencial aumenta se
establece la conexión entre la dimensión interior y exterior, espiritual y
material, del ser humano. Y la mente, en su sabiduría, apaga el piloto
automático del ego. La toma de consciencia permite que el verdadero Yo tome la
dirección consciente del ser humano y se transforme en lo que somos: el espacio
en donde todo es-.
-La “consciencia” se relaciona
con “ser” y cuenta con dos esferas inseparablemente unidas: “consciencia de lo
que se es” y “consciencia de lo que es”. En términos que se acaban de citar, la
primera se refleja en estar “alerta”: sé y siento lo que soy (toma de
consciencia de lo que se es). Y la segunda, con el “espacio”: sé y siento lo
que es, sé que soy el espacio en el que surgen las formas del ahora (toma de
consciencia de lo que es). “Yo soy el que soy” sintetiza de modo rotundo la
consciencia de ser en su doble perspectiva: consciencia de lo que soy
(consciencia de Ser), esto es, alerta; y consciencia de lo que es
(consciencia de lo Real), es decir, mi ser como espacio en el que surgen las
formas.
Vivir el presente, acallar la
mente, buscar espacios de silencio y recogimiento interior, optar por un estilo
de vida distinto del ritmo estresante que quiere imponer la sociedad actual, calibrar
nuestras verdaderas necesidades y satisfacerlas con austeridad, compartir
bienes, tiempo y experiencias con los demás, desarrollar hábitos de vida
saludables que nos proporcionen energía y alegría o practicar técnicas como el
ho´oponopono… ¡Son actos de Amor hacia uno mismo y hacia toda la Humanidad que coadyuvan
a la transformación y expansión de la consciencia del género humano, la Madre Tierra y la Creación en su totalidad
y Unidad!-.
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