"¿Cuándo comprenderemos los humanos que no somos individuos
separados,
sino que formamos parte del gran cuerpo de Dios del cual
representamos una célula cada uno de nosotros? .Así pues, cuando nos portamos
mal con nuestro prójimo pensando que es extraño y externo a nosotros, y que
podemos maltratarlo impunemente, nos equivocamos. La verdad es que existe un
vínculo entre todas las criaturas vivas, como existe un vínculo entre todas las
células del cuerpo físico.
Cuando hacemos daño a los demás, aunque de momento no lo sintamos,
también nos lo hacemos a nosotros mismos. De igual manera, cuando les hacemos
el bien, es también a nosotros mismos a quien hacemos este bien. Sin duda todos
habéis hecho la experiencia: si un ser al que amáis sufre o recibe golpes, es
como si vosotros mismos recibierais esos golpes; y si le llega un
acontecimiento agradable, os alegráis como si fuera a vosotros a quien esta
felicidad hubiera llegado. ¿Por qué? Porque instintivamente, intuitivamente,
habéis entrado en la conciencia de la unidad. Y esta conciencia de la unidad es
el fundamento de la verdadera existencialidad.
La unidad del mundo consiste en su materialidad”. Esta frase
sencilla expresa con exactitud la real existencia del Universo, como es la
conexión universal de todos los fenómenos, sean sociales o naturales, del micro
y macrocosmos.
Esta frase fue diseñada por la conciencia humana, que es parte de
esa materialidad, lo que demuestra su capacidad para conocer el mundo y de
transformarlo para un beneficio noble y común. Podría entenderse perfectamente
que la Materia, a través de la conciencia humana, se conoce y se transforma a
sí misma. La Materia en sus infinitos niveles de organización, conlleva en cada
una de esas instancias distintos niveles de conciencia. La Conciencia es el
principal atributo de la Materia que genera su auto desarrollo, movimiento y
orden. Funciona en ella como su inteligencia. Se deduce entonces, que no hay
materia sin conciencia, ni conciencia sin materia. Simplemente es un Ser
Universal único, como somos cada uno de nosotros. En su vida y espiritualidad,
nuestros pueblos originarios estaban alineados perfectamente con esta visión
científica del mundo. La pachamama, es la aceptación familiar de la madre tierra.
Estos pueblos siempre entendieron que los árboles, el río eran seres con
conciencia propia. Hermano río, hermano árbol, hermana águila. Entendían y
aplicaban la conciencia de unidad.
Neurológicamente, nos sintonizamos solamente con una parte de
nuestra realidad corporal e ignoramos las grandiosas e innumerables
comunicaciones que siempre vuelan, atrás y adelante, en el microscópico pero
vital mundo celular.
En nuestros términos, los electrones son precognitivos, lo mismo que
nuestra conciencia celular. La permanencia relativa de nuestro cuerpo en el
tiempo depende del magnífico comportamiento del electrón, en la medida en que
trabaja con probabilidades. La estabilidad de las células y su confianza en el
entorno corporal depende de sus propiedades innatas de comunicación y decisión
instantáneas, ya que cada célula esta en comunicación con todas las otras, y está
unida a todas las otras a través de campos de conciencia en los cuales cada
entidad participa, cualquiera que sea su grado.
A un nivel, las células obedecen a las normas del tiempo, pero en
otros niveles, lo desafían. Todas estas comunicaciones forman parte de la
parcela humana de la realidad y todas ellas existen bajo lo que llamamos
conciencia normal. Los eventos no se construyen inicialmente sobre partículas
físicas, ya que ellos son el resultado de una actividad psicológica.
En el inicio del universo, solo estábamos enterados de esa actividad
psicológica, que aun no se había engrosado a sí misma para llegar a la forma.
La forma estaba allí, pero no se había manifestado. En lugar de pequeñas
partículas, teníamos pequeñas unidades de conciencia, construyéndose
gradualmente a sí mismas en grandes unidades de conciencia.
Sin embargo, una pequeña unidad de conciencia no es “menos” que una
unidad grande, ya que cada unidad de conciencia contiene dentro de sí misma la
herencia innata de Todo Lo Que Existe.
Pensamos de la mente consciente como si fuera, solamente, un tipo de
conciencia con una intención deliberada, con el conocimiento de sí misma, con
capacidad lógica y con una apreciación del simbolismo. Esto nos parece cierto
por nuestro rango particular de actividad y porque solo podemos escoger eventos
que estén dentro de un espectro psicológico particular.
A los bloques que construyen la materia los llamamos Unidades de
Conciencia. Ellos forman la materia física, tal como existe en nuestra
comprensión y experiencia. Las Unidades de Conciencia también forman otras
clases de materia que no percibimos.
Las Unidades de conciencia también pueden operar como “partículas” o
como “ondas”. Cualquiera que sea la manera como operan, son conscientes de su
propia existencia. Cuando las Unidades de Conciencia operan como partículas,
construyen una continuidad en el tiempo. Toman las características de la
particularidad. Se identifican a sí mismas estableciendo límites específicos.
Las unidades de conciencia toman ciertas formas cuando operan como
partículas y experimentan su realidad desde “el centro de” esas formas. Se
concentran o se enfocan en sus especificaciones únicas. Se convierten en algo
individual.
Cuando las Unidades de Conciencia operan como ondas, sin embargo, no
establecen límites alrededor de su propio conocimiento. Operando como ondas,
las Unidades de Conciencia pueden estar, realmente, en más de un lugar al
tiempo. Este material es un asunto más bien difícil de comprender. En su forma
más pura, una Unidad de Conciencia puede estar en todos los lugares al mismo
tiempo. Así que no tiene sentido decir que cuando opera como onda una Unidad de
Conciencia es precognitiva y clarividente, puesto que tiene la capacidad de
estar en todos los lugares y en todos los tiempos simultáneamente.
Las Unidades de Conciencia son los pilares de la materia física de
nuestro cuerpo, de los árboles y las rocas, de los océanos y los continentes, y
de la manifestación misma del espacio, tal como lo entendemos.
Las Unidades de Conciencia pueden operar como entidades separadas,
como identidades; o pueden fluir conjuntamente como una fuerza, en una vasta y
armoniosa ola de actividad. En realidad, las Unidades de Conciencia operan de
ambas maneras todo el tiempo. Ninguna identidad, una vez “formada”, es jamás
aniquilada, ya que su existencia forma parte indeleble de la “ola total de
conciencia a la cual pertenece”.
Cada unidad “particularizada” va sobre el empuje continuo
establecido por los campos de conciencia, a los que pertenecen tanto las ondas
como las partículas. Cada una de estas unidades de conciencia contiene dentro
de sí el conocimiento inherente a todas las otras partículas, ya que, en otros
niveles, las Unidades de Conciencia están operando como ondas.
Básicamente, las Unidades de Conciencia se mueven más rápido que la
luz, reduciendo su velocidad para formar la materia. Estas unidades pueden
considerarse como entidades o como fuerzas y pueden operar como ambas.
Metafísicamente, se pueden considerar como el punto en el que Todo Lo Que
Existe actúa para formar nuestro mundo, el contacto inmediato de una infinita
inspiración creativa, llegando al enfoque mental, a la metamorfosis de origen
divino, que lleva el mundo físico a la existencia, partiendo de la realidad
mayor del hecho divino.
Científicamente, también pueden considerarse las Unidades de
Conciencia como los pilares de la materia. Éticamente, las Unidades de
Conciencia representan espectaculares fundamentos del mundo para el desarrollo
y logro de valores, ya que cada Unidad de Conciencia se relaciona con cada una
de las otras, es una parte de las otras, y cada una participa en el “gestalt”
de la experiencia mortal.
Recopilado de varias fuentes
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