"Cerca
del río Indo había un persa llamado Alí Hafed.
Era dueño de una enorme
hacienda en la que vivía cómodamente con su familia. Sin embargo, el hombre,
aunque rico, sentía que su existencia carecía de sentido y tenía el legítimo
deseo de superarse aún más...
Un día cierto viajero le
mostró un diamante y le dijo cuánto valía. El hombre rico obsesionado con la
idea de volverse multimillonario vendió la granja, dejó a su esposa e hijos
encargados temporalmente con un familiar y salió en pos de su anhelo.
Alí se gastó cuánto
dinero tenía buscando diamantes en todas las playas y ríos de arenas claras,
hasta entonces conocidos. Ya en la miseria volvió anónimamente a su ciudad
después de varios años pero su familia se había mudado.
Como un vagabundo
fracasado, desalentado y perdido, se adentró en el mar y se suicidó...
Lo
verdaderamente trágico de la historia es esto:
El hombre que compró la
granja de Alí Hafed, una mañana que estaba dando de beber a sus camellos en el
arroyo que pasaba por su terreno, vio una piedra negra que emitía un destello
de luz. La limpió y descubrió un cristal precioso. Escarbó en las aguas del
riachuelo y casi a flor de piso halló gemas más hermosas y grandes aún.
De esta
forma y en ese precioso lugar, se descubrió el yacimiento de diamantes más
grande del mundo: La mina "Golconda". Las gemas más maravillosas que
se han hallado provienen de la que fue la granja despreciada de Alí
Hafed."
Cuántas
veces sucede esta situación en nuestras vida no sabemos valorar lo que tenemos.
Por el contrario, nunca estamos conformes con lo que poseemos:
Nuestro
cuerpo, nuestra mente, nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestra
capacidad, nuestras virtudes, nuestra vida, nuestra comunidad, nuestro país,
nuestro planeta.
Buscamos
las cosas superfluas, olvidando el verdadero tesoro que cada uno tiene a su
alrededor y dentro de sí mismo. Como bien lo decía Daniel Defoe, en su novela
"Robinson Crusoe":
"Si
somos desdichados a causa de lo que nos falta, es porque no sabemos agradecer
lo que tenemos".
¿Cuándo
fue la última vez que contemplaste un atardecer en verano?
¿Cuándo
fue la última vez que apreciaste la sonrisa sincera en el rostro de un niño?
¿Cuándo
fue la última vez que sentiste el roce del viento en tu cuerpo o el aroma de
una flor en tu nariz?
¿Cuándo
fue la última vez que disfrutaste la plática alegre de un anciano que solo
quería que alguien tuviera tiempo para él?
¿Cuándo
fue la última vez que le prestaste atención a tu voz interna que te decía:
quiero cambiar?
Los
tesoros más maravillosos existen en tu entorno. Allí están y sólo esperan
que tú los descubras. Todo consiste en sacar un poco de tu tiempo y
simplemente disfrutarlos.
El
primer paso es sencillo:
Cambiar
tu actitud de la vida, sin despreciar aquello que te fue dado. Sólo
mientras reconozcas que eres una persona especial, te sentirás inmensamente
millonaria con lo que posees.Eladio Alonso Valerio Madriz
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